4 comentarios:
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Imaginarse a las criaturitas del bosque de los 100 acres - rollizas, lozanas, cándidas y alegres, saltando y brincoteando, regodeándose en una especie de dicha proverbial. Risas, alegria y júbilo por que sí y por nada más. Las jocosas aventuras de los animalitos fabulosos, sus travesuras y aventuras, las chistosas ocurrencias y sus voces chillantes, cómicas, llenas de vida y de amor.
Hasta que llega la aurora.
Un fenómeno profundamente transformador. El relato ha terminado, colorin colorado.
Sí. ¿No?
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Toda alegría y noción de libertad y comunidad de las criaturitas del bosque - la cooperación de las hormigas, la valentía de un león, los cerditos traviesos y gorditos, el bobo y tramposo lobo..- se tuercen.
A grado sumo. Hasta la desfiguración.
Queda un bosque y el alma de su esencia, perdidos y tergiversados. Los recuerdos de nuestra infancia en fábulas con valiosas enseñanzas se marchitan, gracias a la aurora.
Y quedan relatos sórdidos de dimensiones prácticas : no queda ninguna explicación o moraleja habiendo terminado estas neuvas historias. Los relatos de cuando eramos niños se releen y reinterpretan como obra perniciosa de ponzoña y dolor. Nuestros cuentos de hadas eran poco más que perversión.
Hay universos alternos y paralelos al nuestro.
Vayamos imaginando.
Buenas noches.
nada que ver con el cuento de nunca acabar y con la hostoria sin fin, cierto?